Zurrón Nº 13 EL ALMIRANTE CRISTÓBAL COLÓN EN SARDINA DEL NORTE, GÁLDAR, GRAN CANARIA,

Buenos días a todas y a todos. En el Zurrón número 9 del día 10 de enero, les hablé del acontecimiento acaecido en la Necrópolis de la Guancha en el Agujero de Gáldar, Gran Canaria, en los años 1988 y 1989.

En el número 10 del día 17 del mismo mes, de un Ritual celebrado un 13 de enero de 1996 en uno de los Monumentos Naturales que tenemos en la Ciudad de Gáldar, La Montaña de Amagro.

Al igual que hicimos en esas dos ocasiones, volveremos nuevamente a disfrutar de la imaginación. Para ello, le he rogado a la directora del programa, que ponga de fondo parte de la música que se utilizó para el montaje de la obra que les voy a hablar hoy. Quiero que los oyentes, que presenciaron la misma la recuerden y los que no, se la imaginen y disfruten por igual de esta narración.

Pero antes, como siempre, situémonos en el lugar que ocurrió los hechos.

Gáldar Gran Canaria. Cuando lleguemos a la altura del “puente de los tres ojos” y en la bifurcación existente, nos dirigimos hacia Sardina del Norte. Al llegar a la playa seguimos hasta el “muelle viejo”. Al fondo, vemos un enorme monolito con la siguiente inscripción:


Frente a esta Punta de Sardina
El 11 de agosto de 1492.
El almirante de la Mar Océana
Don Cristóbal Colón,
ordenó que la Pinta Quedara
en Gran Canaria para reparar su timón,
mientras él seguía con la Santa María
y la Niña hacia la Gomera,
desde cuya isla y tras una estancia
de siete días en Gran Canaria,
lanzándose al Mar Tenebroso
en el viaje del Descubrimiento,
emprendió la aventura que fue
trascendental para la humanidad
(Es criterio mayoritario de historiadores)

INAUGURADO EL 30 DE NOVIEMBRE DE 1996

REPUESTO EL 12 DE OCTUBRE DE 2006

EXCMO. AYUNTAMIENTO DE GÁLDAR
FUNDACIÓN COLOMBINA CARABELA LA NIÑA III
GRUPO DE TEATRO AJÓDAR


Revolvemos en el Zurrón y encontramos un programa de seis páginas, bajo el título:

Tábata
(Sardina del Norte)

Y el Nuevo Mundo

(Evocación histórica)

Una hermosa foto en portada donde a través de un marco imaginario se aprecia al fondo “El Farallón” (La enorme roca que sobresale en el mar de Sardina del Norte cuando miramos desde el muelle hacia la Aldea de San Nicolás).

En la segunda página, un interesante prólogo del historiador don José de Armas Díaz, Director de la Fundación Colombina Carabela Niña III. (Este programa, junto al presente artículo, será reproducido en las páginas de irtenet lacoctelera.com/jarutaco nuestrasislascanarias.com para quien lo desee descargar).

En el resto, el reparto por orden de aparición en escena, donde figuran 56 personajes y por último las entidades y los organismos oficiales que patrocinaban y colaboraban con el Grupo de Teatro Ajódar para la puesta en escena del mencionado montaje escénico.

El lugar, Sardina del Norte, Gáldar, Gran Canaria, explanada del “Muelle Viejo”, el día, sábado, 30 de noviembre de 1996, a las 18,30 horas.
La escenificación se desarrolló en el Muelle Viejo de Sardina del Norte. Se trataba de la inauguración de un "Monolito" que recuerde la importancia de Sardina del Norte ante el Descubrimiento de América.  


Imaginémonos el momento de la escenificación.

Un día, como cualquier tarde en Sardina del Norte, cuando el Sol se entierra en el mar. Cuando el color amarillo del atardecer, rodeado del azul del cielo, se confunde con el azul del mar. Y como una chispa de fuego presenciamos el “Rayo Verde” de nuestro pintor Antonio Padrón.

A la derecha del muelle viejo, y por medio de una escalinata de piedra se accedía a la pequeña playa de arena negra ayudado por la iluminación de varias hogueras. Allí, se encontraba el público asistente acomodado en sillas de tijera. También, en la parte alta, junto a la carretera, muchísimos espectadores disfrutaban de aquel espectáculo nunca visto en este lugar.

El mencionado "Monolito" se encontraba cubierto con una piel de animal que reproducía una enorme pintadera de nuestros antiguos canarios.
Comienza a escucharse la música y a continuación al Narrador:

Dicen que jamás el nombre da vida al objeto sino que es el objeto el que da vida al nombre. Dicen que el nombre es camino que conduce al conocimiento del objeto nombrado. Dicen que el nombrar abre las puertas que nos llevan a la esencia misma del nombrado.

Tal vez por ello, los antiguos canarios te llamaban TÁBATA, ¡oh Sardina!, nombre con resonancias ancestrales que sólo ellos pudieron descifrar.
Cuando en las noches de plenilunio, los cristianos portugueses desembarcaban mercancías venidas en ayuda de sus amigos canarios y tratando de no ser vistos por los castellanos, un término portugués quedó para siempre grabado en uno de nuestros acantilados, documento que dio vida a este nombrar: "Los Artígos".
Y son resonancias mediterráneas las que enlazan al topónimo Sardina con Cerdeña, a la par que otro entronque humano y afectivo le une a aquel auxiliar nauta y capitán de mar, que surcara nuestras aguas, el lusitano Sardinia.
Valentín Fernández, en sus cuadernos de navegación, señaló con precisión geométrica, apenas iniciado el siglo XVI, el Puerto de Sardina. Aunque los antecedentes históricos de este enclave, fuerte, torre y Puerto de Sardina, se encuentran en los primeros protocolos y en el comercio azucarero con los mercados de la Europa Nórdica.
Sea cual fuere tu nombre, no cabe la menor duda que tu puerto, abierto al atlántico, tu bahía mirando al Teide, es puerto y puerta de Gáldar. Tus aguas han servido también para acariciar a nuestras princesas, han sido solaz y descanso para nuestros guerreros y remanso de paz que acunó el pensar de aquellos dirigentes emblemáticos, los Semidán, que tanto hicieron por sembrar en esta tierra, los destinos de un país libre y soberano.
Tus aguas también, forman parte en la historia del Descubrimiento del Nuevo Mundo.
Allá por el mes de Agosto de 1.492. Un jueves, día 2, en que se conmemora a Santa María de la Rábida, tras vencer toda clase de contrariedades, la armada descubridora, con el Almirante de la Mar Océana al timón, está preparada para darse a la vela. Meses antes, el 23 de Mayo, Colón había llegado al puerto de Palos para conocer al marino Martín Alonso Pinzón, de quien tan buenas referencias poseía. Pronto se establece entre ellos, esa relación de confianza y entendimiento que tan buen fruto habría de dar en esa aventura que marcaría la historia para siempre.
La nao "Santa María" y las carabelas "La Pinta" y "La Niña", no iban tripuladas por suaves gentes cortesanas ni por altivos guerreros. Salvo el Almirante, y pocas personas más, de calidad indiscutible, el resto eran marineros toscos, hombres simples, sencillos, sin más cultura que la muy escasa de sus oficios.
Con sus blusones de caperuza, su montera roja y descalzos, dormían donde podían, pero siempre, media hora antes del alba, en ese instante en que la noche deja de serlo y el día se despereza, la ritual cantinela conque se saludaba al día, en todas las velas de España, se deja oír, en la voz blanca del grumete:
"Bendita sea la luz
y la Santa Veracruz,
y el Señor de la verdad
y la Santa Trinidad

Bendita sea el alba
y el Señor que nos la manda,
bendito sea el día
y el Señor que nos lo envía"

Las rutas colombinas han surcado todos los libros de historia, los investigadores han navegado por los procelosos mares de vacíos y contradicciones históricas que hacen nacer el espíritu de la sugerencia, arropado en datos que escapan, huyen y regresan, como fuegos fatuos, en la mente avizora del más exigente historiador. Siempre existe un halo de misterio envolviendo a las grandes gestas. Un puente entre lo que fue, lo que pudo haber sido, y lo que fue pero no se conoce, aún cuando se intuye la realidad, en hechos sin datos.
Como la que se evidencia hoy en este atardecer sin precedentes, en que estamos reunidos en este viejo Puerto de Sardina del Norte.
La "Pinta" está herida. Se han saltado los hierros del timón. Martín Alonso Pinzón, que ha recibido el mando de esta carabela, hace lo que puede. Pone remedio con algunas cuerdas y prosigue la singladura. Arrecia el viento con tal ímpetu, que, al paso de los días, se rompen las cuerdas y fue necesario que todos amainasen para volver a componerlo y remediar el mal hasta llegar a Canarias.
En esta singladura había prevalecido el criterio de Colón, pese a la sapiencia de Martín Alonso Pinzón. Todos, pilotos y capitanes de la expedición, en la reunión celebrada a bordo, habían confiado en el Almirante, que más de una vez había demostrado su profundo conocimiento de nuestra costa, aguas y riberas. No en vano, con el objeto de soslayar las calmas del Sur que paralizaban sus navíos, ya había estado costeando este norte de Gran Canaria.
A la hora del alba, un jueves, 9 de Agosto, las tres embarcaciones descubren la costa de la isla Canaria, pero el viento contrario, a veces, las corrientes o el calmerío, otras, impiden el arribo a la isla, ya muy cercana.
Colón, da órdenes a Pinzón, mientras él parte para la Gomera, enredado su corazón, tal vez, en amores con Doña Beatriz de Bobadilla, Señora de dicha isla.
.- "... Martín Alonso, haz de aderezar esta maltrecha nave. En tus expertas manos la dejo. Han saltado los hierros del timón, cabecea y hace agua. El viento y oleaje rompen las cuerdas, y ahora, estas calmas nos impiden acostar. ¡Mira en frente la Isla de Gran Canaria!. Arriba a ella como puedas. Yo debo partir para la Gomera con la "Santa María" y "La Niña". Que el Divino Hacedor te guíe en la difícil empresa en que te dejo...".

En el mar, se ilumina la Carabela, a continuación, comienzan a salir los antiguos Canarios, que se sitúan en los pretiles del muelle en situación de vigías. A continuación las Harimaguadas salen hacia el "muelle viejo", se trata de las bailarinas del Ballet de Tere Molina, danzan, juegan con cerámica, cestos de juncos... y ven que vienen las Tres Princesas... van a su encuentro, las tres entran en escena, la del centro porta en sus brazos un Gánigo de Leche. Las Harimaguadas le hacen un pasillo de flores en el suelo. Le acompañan hasta el Monolito. Cuando están junto al mismo en situación de oración a Alcorac, aparecen tres genoveses, que vienen de paseo a Sardina, al encontrarse con el "Ritual", se quedan observando con mucho respeto. La Princesa, escancia la leche alrededor del Monolito. Los genoveses se acercan junto al mismo, se quedan dos fuera del círculo y el del centro le quita la piel que lo cubre dejándola caer al suelo.
Al poco se oscurece todo, incluso la carabela.
Aparece cruzando la bahía una barca con seis genoveses y en el centro de pie, Pinzón. Lleva un faro encendido.
Se ilumina a uno de los canarios, el que está más hacia la mar... y continúa el narrador...

Han pasado diez años desde la Gran Navegación, Colón se sobrevive a sí mismo. Parece querer vivir más tiempo que el de su propia gloria. En estos instantes de su viaje postrero, con sus compatriotas predominando sobre los hidalgos españoles, rebasa ya los moldes de su vivir. Allá en el horizonte, el Almirante de la Mar Océana tiene la grandeza trágica de una sombra venida de la más remota zona de su grandiosa existencia.
Sombra contemplada por la belleza y hondura de unos ojos que observan, en silencio escrutador, (un cañón de luz ilumina al Almirante y a uno de los aborígenes). Ese trasiego de naos, carabelas y carabelones, frente a nuestra costa de Sardina del Norte, frente a nuestro Viejo Puerto, sin comprender, pero intuyendo, con inteligencia nata, que algo grande se está gestando y que su tierra que es la nuestra, juega en ello un papel predominante.
Es la mirada abierta y noble del antiguo canario, retadora ante el Atlántico, y vigía de los suyos, a los que celosamente guarda.
El océano... mece al Almirante, que, apoyado en la borda de su nave, se funde en este mirar.

Muchas gracias a todas y a todos, y que tengamos un buen día.

ÁNGEL RUIZ QUESADA.
Gáldar, Gran Canaria

Recopilación de Textos:
Ángel Ruiz Quesada
Rosa María Martinón Corominas

Bibliografía:
Celso Martín de Guzmán
Padre las Casas
Néstor Álamo
Rumeu de Armas
Profesor Elías Serra Rafols
Alejandro Cioranescu